Segundo día en San Martín de los Andes. Arrancamos relativamente temprano luego de desayunar en el hotel.
Pasamos por La Anónima a comprar un par de provisiones para almorzar fuera de la ciudad. Y partimos rumbo al mirador Bandurrias. Es un camino de tierra con bastantes pozos que se puede hacer en auto aunque con bastante cuidado para no romper nada. Es importante ir despacio porque hay muchas curvas y contracurvas que no permiten ver si viene un auto de frente y el espacio para maniobrar es muy reducido. En oportunidades alguno de los dos tiene que meter reversa para buscar un hueco para que pasen los dos.
Al llegar al mirador hay que pagar una suma simbólica (200 pesos por persona -menores de 12 no pagan-, algo así como 2 dólares al tipo de cambio de hoy), se estaciona y hay que caminar unos 10, 15 minutos hasta llegar al mirador. La vista es imponente.
Se ve todo el lago Lácar. Vale la pena parar sólo para admirar semejante vista.
Luego seguimos camino unos 20 minutos más para ir a la playa de La Islita. Hay un camping y se pagan 150 pesos para estacionar el auto.
El lugar es muy lindo, aunque la playita no tiene prácticamente arena. Es todo piedra. Y cuesta encontrar un lugar a la sombra y que sea cómodo para quedarse un rato. Si tienen reposera o sillas mejor.
Hicimos “base” en el camping, en la parte más cercana de la playa y pasamos el resto del día ahí.
Ideal para los que quieran tirarse al agua y nadar hasta la isla aunque un adulto hace pie en todo el recorrido hasta allí.
Ya hacia la tarde, emprendimos la retirada y fuimos a merendar a la Casa de Té Arrayán. Había que esperar pero como éramos varios, nos acomodaron en una mesa grande bastante rápido. Las meriendas ahí son espectaculares. Recomendables los scons, y el pan de chocolate.
Al estar en altura, la vista del lugar hacia el lago Lácar es igual de imponente que en todos los miradores
Finalmente a la noche fuimos a cenar a Ulises. Todos los platos salieron muy buenos, desde pastas, risotto y hasta la trucha al roquefort.